una luchadora
antifranquista, a juicio por defender el sexo biológico
Por Claudia Peiró
Infobae, 18 de
Diciembre de 2020
El pasado lunes
14, Lidia Falcón, 84 años, abogada de mujeres víctimas de violencia, tuvo que
declarar en Tribunales. No la denunció la ultraderecha española, ni algún
colectivo machista, sino la Federación Plataforma Trans y la Dirección General
de Igualdad de la Generalitat -el gobierno catalán-, “agraviados” por las
declaraciones de esta histórica dirigente feminista.
Falcón, que a los
23 años ingresó al entonces clandestino Partido Comunista de España, fundó en
1979 el Partido Feminista, fuerza que por un tiempo integró Izquierda Unida.
Hoy es investigada por la Fiscalía de Delitos de Odio y Discriminación, por sus
críticas a la Ley Trans y a la “ideología misógina transgenerista” que, afirma
ella, inspira a esta norma promovida por la Ministra de Igualdad, Irene
Montero, esposa de Pablo Iglesias, vicepresidente del Gobierno español.
El Partido
Feminista de Lidia Falcón criticó varios aspectos de la Ley Trans, nombre
acortado de la “Proposición de Ley sobre la protección jurídica de las personas
trans y el derecho a la libre determinación de la identidad sexual y expresión
de género”, que impulsa Podemos, la fuerza de ultraizquierda de Montero e
Iglesias, que integra el gobierno en alianza con el PSOE (Partido Socialista
Obrero Español).
Los cuestionamientos de Falcón van dirigidos, entre
otros, a la gestación subrogada que permitiría a los homosexuales “alquilar
úteros femeninos para producir niños y niñas” como “un objeto más a añadir en
sus posesiones”, al uso de “bloqueadores de la pubertad, hormonas y medicación”
y al objetivo final de estas leyes que es invisibilizar “a la mujer como
categoría”.
“¿Es de izquierdas
hormonar a un niño para que cambie de sexo?”, preguntó Lidia Falcón cuando fue
presentado el proyecto.
Por estas
críticas, y como muestra de que la izquierda puede ser tan totalitaria como la
derecha, el Partido fundado por Falcón en 1977, fue expulsado de Izquierda
Unida, fuerza a la que se había sumado en el año 2015.
Como eso no bastó
para acallarla, luego Lidia Falcón fue denunciada por “odio”, el nuevo “delito”
de moda. Una figura que roza la censura. Como bien señaló ella misma, esta
“persecución política” muestra que “la democracia en España, por lo visto,
tiene algunas barreras o muros a la libertad de expresión y de crítica”. La
acusaron también -caballito de batalla de la izquierda autoritaria- de hacerle
el juego a la derecha, argumento con el cual se blindan ante las críticas.
El caso Lidia
Falcón se inscribe en una pelea mayor, la que divide al feminismo, y no sólo
español. Varios países occidentales son escenario de un extremismo feminista,
tanto más activo cuanto menos derechos quedan por conquistar. Países donde el
patriarcado está caído hace tiempo y ya no existen leyes ni instituciones que
discriminen a la mujer.
La desmesura de
algunas de estas corrientes es tal que ha hecho reaccionar al feminismo
tradicional. Sucedió también en Francia, donde la histórica Elizabeth Badinter
acusó al “neofeminismo guerrero” de “declarar guerra de sexos” y de ver en
todos los hombres a “predadores y agresores en potencia”.
Batalla convulsa
en el feminismo
El periódico
digital El Español, que entrevistó a Falcón en junio pasado, habla de una
“batalla convulsa” en el seno del feminismo: “Un choque frontal entre dos cosmovisiones irreconciliables: el
feminismo radical, de raigambre marxista, y el transfeminismo, que acepta los
postulados de la teoría queer. Este último acusa al primero de ‘tránsfobo’ por
negar que existe la ‘autodeterminación de género’.
Al revés que
Simone de Beauvoir, Lidia Falcón sostiene que “mujer se nace, no se hace”.
Opinión que para algunas es delito. “Si desaparece la categoría biológica de
mujer, ¿para qué sirve el feminismo -pregunta ella-; llevamos luchando más de
200 años (pero) ya no hablan de mujeres, parece que somos entes, ectoplasmas”.
Para ella, en cambio, la prioridad del feminismo es frenar femicidios y
violaciones.
En la Fiscalía,
Falcón ratificó sus opiniones. Era previsible que a una mujer que en los años
60 y 70 sufrió varias detenciones por su militancia antifranquista, no la
frenara una denuncia en 2020. En 1974 había sido falsamente acusada de
participación en un atentado de ETA y torturada durante nueve días.
En un artículo
titulado “El engrudo ideológico del género”, que obviamente avivó el enojo de
los adeptos a la teoría queer, ella preguntaba: “¿Es tan insensato que las
mujeres sean mujeres y los hombres, hombres?”.
La Ley Trans de
Podemos afirma que el sexo biológico no existe y que es la decisión de la
persona la que determina ser hombre o mujer. Es lo que llaman
“autodeterminación de género”.
En su tribuna, la
referente feminista recordaba su estupor al escuchar a fines de 2019 a Sofía
Castañón, de Podemos, explicar que a partir de la Ley Trans ya no se usarían en
los textos legales las categorías de mujer ni hombre ni padre ni madre, que serían
sustituidas por “progenitores gestantes” y “progenitores no gestantes”. “Son
los monstruos lingüísticos que acarrean del posmodernismo”, sentenciaba.
Pero lo que más la indignó fue ver por televisión “a
un niño, con un vestidito y un peinado de niña, que con 8 años se presentaba en
el Parlamento extremeño” para leer “un discurso elaborado sobre su deseo de ser
niña y de la necesidad de que así se le reconociera social y legalmente,
mientras todos los representantes de todos los partidos lo miraban embobados y
enternecidos, algunos incluso con lágrimas en los ojos”. Sigue asombrada de que
no haya habido reproche alguno a los padres ni intervención de la defensoría de
menores.
“¿Este tema es
realmente divisorio de la derecha y de la izquierda, o nos situamos en un mundo
surrealista donde la materialidad de los cuerpos humanos no existe? -preguntaba
Lidia Falcón- ¿Es preciso que se difunda el mensaje de que las niñas tienen
vulva y los niños tienen pene? ¿Es que nadie conoce las diferencias corporales
entre las hembras y los machos en las especies mamíferas? ¿Se trata de abolir
el Patriarcado o de abolir la realidad?”
Y agregaba:
“¿Dónde queda el sentido común, ese que tantas veces se invoca?” “Ni en el País
de las Maravillas hubiera imaginado que pudiera darse semejante discusión”.
En El Español,
Falcón explicó que “la historieta del género” empezó hace 30 años, cuando las
universidades norteamericanas “acogieron esa terminología, que es posmoderna”.
“Luego aparece la teoría queer con la ilustre ideóloga feminista Judith Butler,
que dice que la realidad no existe. Sólo existen los sentimientos, deseos,
emociones, impulsos. (...) No se fijan en la estructura económica del mundo ni
en las relaciones de clases. Ahora todos nos dejamos llevar por las emociones, todo
es subjetivo. Supongamos que un día yo descubro que quiero ser hombre, eso no
me convierte en hombre”, afirmó.
“También defienden
el ‘género fluido’ -siguió diciendo-. Te asignan el sexo cuando naces. He
preguntado muchas veces quién lo asigna: ¿El Registro Civil? ¿El médico? ¿El
cura? El sexo se forma en el mismo
momento de la concepción, de la inseminación, pero ellas defienden que unos
personajes siniestros que rigen la sociedad actual son quienes asignan los
sexos.”
Falcón rechaza
sobre todo la aplicación de esta teoría a los niños: que si un día un niño dice
que quiere ser niña haya que aceptar su deseo, que no se requiera ningún
diagnóstico médico o psicológico, que no se respete la voluntad de la familia
-la ley propone que se le asigne un defensor judicial al menor si los padres se
oponen a su “transición”-, y que incluso se lo pueda hormonar.
Si estas cosas escandalizan al que está leyendo, vale
advertir que en Argentina la Ley de Identidad de Género aprobada en el año 2012
ya admite todo esto: cambio de sexo a piacere, hormonación infantil,
intervención de la justicia si hay negativa de los padres, etcétera. Debate
ignorado por la opinión pública, que data de la época de la perfecta escribanía
kirchnerista en el Congreso. Como la Ley de Salud Mental y otras iniciativas de
enorme importancia que no tuvieron un debate a la altura de sus implicancias
sociales.
“Un bombardeo de
hormonas [en niños] no deja que crezcan los huesos, se descalcifican, no se
constituyen los rasgos físicos del varón o de la mujer”, advertía Falcón en la
citada entrevista. Pretenden abolir “las categorías de mujer y hombre, en las
que se dividen todas las especies mamíferas para que sea posible la
reproducción”, sostuvo.
El combate en el que está embarcada Lidia Falcón ha
llegado a estas costas y ya hay grupos feministas que reaccionan ante el
intento de hacer desaparecer la categoría “mujer” -del lenguaje, del
ordenamiento jurídico, etc-, subsumida en “personas menstruantes” o “personas
gestantes”, con el argumento de no excluir a los transexuales. Recientemente,
una corriente feminista argentina, que ha lanzado una Alianza contra el borrado
de las mujeres, denunció que “el Ministerio de la Mujer que dirige Elizabeth
Gómez Alcorta, tiene una política abiertamente queer”. Lidia Falcón es una de
las referentes internacionales de esta Alianza.
Ella afirma que la
teoría queer “se ha convertido en un pretexto para que los hombres consigan
nuevos privilegios; por ejemplo, ya hay hombres transexuales que participan en
deportes de mujeres”. También lleva a situaciones, “en las que un detestable
personaje que ha asesinado a una mujer se defiende diciendo que es una mujer”,
para evitar ser juzgado por violencia de género. Falcón afirma que éstas no son
anécdotas, sino signos de una tendencia preocupante.
Dos puntos
esenciales de discrepancia de la corriente feminista de Falcón con el colectivo
trans son la prostitución y el alquiler de vientres. “La prostitución se abolió
en España en el año 31 con la República. ¿Un siglo después tenemos que volver a
discutirlo? Hay medio millón de mujeres en España explotadas, tratadas,
violadas, humilladas, asesinadas…”, dice ella.
“Estos personajes -agrega, durísima-, aunque se llamen
progenitores gestantes, no pueden tener hijos así que los fabrican en las
barrigas de otras mujeres. Mujeres pobres, claro. Eso es un horror. Gestar un
hijo que te van a quitar como si fueses una máquina de zapatos. Así se
convierte la maternidad en un gran negocio.” Cita a dos países escenario de
estos tráficos: Filipinas y Ucrania, éste último familiar para los argentinos.
Sólo que aquí no hay mucho debate, no porque no exista oposición a estas
iniciativas sino porque las cosas se hacen sotto voce y la Argentina es una
sociedad exhausta, agobiada.
La penetración de
la teoría queer en la izquierda española ha sido tal, que generó incluso una
reacción de las mujeres del PSOE contra sus socias de Podemos a las que
acusaron de “negar la existencia del sexo biológico”, en un documento titulado:
“Argumentos contra las teorías que niegan la realidad de las mujeres”.
“Me han llamado
fascista -dice Falcón-. Esa es su estrategia, no es casual ni inocente. Se
benefician varios sectores: las clínicas de operaciones de cambio de sexo
(‘clínicas de género’), los vendedores de anabolizantes, los psicólogos y
psiquiatras. Además, se debilita el feminismo.”
Los insultos le
resbalan, asegura, no así la influencia social que puede tener esta corriente.
“Si realmente las nuevas generaciones caen bajo el influjo de las ideologías
posmodernas y se creen estos disparates, van a perder y sólo saldrán ganando el
capital y el patriarcado”.
“¿Es de izquierdas
hormonar a los niños con todos los peligros físicos y mentales que supone
porque se les ha ocurrido a los seis años decir que quieren tener otro sexo? Es
inaceptable desde el punto de vista ideológico y social. Y lo que es aún más
inaceptable es que se convierta en una ley. Esto es una de las grandes
regresiones que nos ha traído Podemos”, acusó Falcón.
“Nos oponemos
-agregaba- al término ‘género’ (que) es un constructo lingüístico que ha
desplazado las categorías marxistas y las antropológicas. Es decir, alega que
no existen ni los hombres ni las mujeres”.
En cuanto a la intención del proyecto de que en el
registro civil cualquiera pueda pasar al otro sexo “por su solo deseo”, ella
denunciaba: “En su mayoría estamos hablando de hombres que aseguran ser mujeres
en momentos dados. Esto tiene consecuencias para los deportes, los recintos
penitenciarios, los refugios para víctimas de violencia, las investigaciones
científicas y las cuotas feministas en las que ser mujer es un factor
determinante. Nos encontramos en un punto de la historia en el que las mujeres
desaparecen legalmente dentro de las políticas públicas.”
“Sobreviví a la
dictadura franquista en España. Ahora me persigue el colectivo trans”,
desafiaba. Durante el franquismo, Lidia Franco fue procesada varias veces por
delitos de opinión. Seguramente nunca pensó que esa persecución continuaría en
la democracia por la cual luchó. “No soy partidaria de perseguir ninguna
opinión. Desde el momento en que abrimos la puerta a perseguir opiniones, no
sabemos en qué punto acabaremos”.
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