para donar órganos, la eutanasia corre rápido
Brújula cotidiana,
16-06-2021
Se practica desde
hace años, especialmente en Bélgica, Holanda y Canadá. Podríamos definirla “la
eutanasia del buen samaritano”. Se trata de esto: el paciente solicita un
tratamiento de eutanasia y luego da a conocer que donará sus órganos.
En algunos países,
la eutanasia avanza tan rápido que ya no hay debates sobre si la “muerte dulce”
es éticamente aceptable o no, ni siquiera se discute si la eutanasia seguida de
un trasplante no se convierte en eutanasia con el propósito de un trasplante,
con relativos empujones al futuro de cuius para que se decida a estirar la pata
por el bien de la humanidad. No, ya el foco de la discusión se movió mucho más
allá: ¿está bien que estos buenos samaritanos mueran en casa o en el hospital?
¿Los órganos recolectados en caliente son de mejor calidad siguiendo el primer
o segundo protocolo?
Sobre este tema,
la revista científica Jama Surgey publicó un artículo el pasado mes de febrero
titulado: “La donación de órganos post eutanasia iniciada en casa es viable”.
Los autores, Johan Sonneveld y Johannes Mulder, describen el protocolo de
eutanasia domiciliaria con vistas a un trasplante posterior: “El paciente es
sedado solo en casa, lo que marca el inicio de la eutanasia en términos
legales, pero su finalidad médica es remover la conciencia mientras se
mantienen y protegen las funciones vitales. La inducción del coma y el inicio
de la fase agónica se producen posteriormente en la unidad de cuidados
intensivos tras las despedidas en casa y el transporte”. Cuánto cuidado para
asesinar a las personas: que todo se haga respetando la ley, los afectos y los
fines clínicos destinados a preservar los órganos preciosos por trasplantar.
Luego, el artículo
gira hacia el pietismo, uno de los ingredientes básicos de la ideología de la
eutanasia: “Sugerir que la eutanasia debe tener lugar en el hospital no tiene
en cuenta los deseos más profundos de estos donantes: seres humanos enfermos,
cansados del hospital que han decidido poner fin a su dolor en la comodidad y
en la intimidad de su propio hogar”. Lo recalcamos de nuevo: la manzana de la
discordia ya no es “Eutanasia sí” versus “Eutanasia no”, sino que es “dónde es
mejor llevar a cabo el asesinato”.
Luego, los autores
continúan así: “Apoyar la necesidad de hospitalización alejará a muchos
potenciales donantes”. Estamos en medio de una estrategia de marketing: es
necesario tranquilizar a los proveedores. Pero también los candidatos a
trasplante: “No hay conflicto de intereses […]. No es necesario contrastar los
intereses de los pacientes trasplantados con los intereses de los donantes de
eutanasia y viceversa”. Esto significa que el proceso de eutanasia iniciado en
casa no daña los órganos. Que el receptor del trasplante esté tranquilo:
nuestros órganos con procedimiento domiciliario son de excelente calidad. Es
otro caso de cosificación de la persona. Si los no nacidos se denominan
“producto de la concepción”, estas personas podrían denominarse “producto de la
eutanasia”. El paciente es visto como un almacén vivo de órganos preciosos.
Como sucede con los fetos abortados en las clínicas de Planned Parenthood:
primero asesinados y luego saqueados de sus órganos para la venta. Los médicos
luego se convierten en vampiros de órganos, cazadores de cabezas, corazón y
pulmones.
En fin, el cierre
del resumen ofrece la figura de hasta qué punto la cultura de la muerte ha
alcanzado niveles tan altos que, en algunas mentes, ya ha logrado volcar el
orden objetivo de valores. De hecho, los autores apoyan el procedimiento at
home y, por lo tanto, animan a todos a seguirlo con estas palabras: “Podemos
hacerlo mejor. Nuestros pacientes merecen algo mejor”. Los pacientes no merecen
vivir, sino ser asesinados y vaciados adecuadamente. Lo mejor, el infame best
interest es ser asesinado para donar órganos. Y así, envuelto en el modesto
manto de la filantropía, que cubre toda la inmundicia, se fomenta la eutanasia.
Los candidatos más
atractivos para la eutanasia del buen samaritano son los enfermos mentales y
los deprimidos: órganos sanos en mentes frágiles. No se puede pedir nada mejor.
Cuerpos sanos y jóvenes, no afectados por tumores ni senescencia, especialmente
indicados para trasplante. Es fácil prever un incentivo para matar a estas
personas: esos órganos -así se argumentará- son de poca utilidad en una persona
demente o deprimida. Es mejor dárselos a quienes puedan aprovecharlos al
máximo. En definitiva, el común utilitarismo vendido, en este caso, como si
fuera Beneficencia.
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