LA GACETA 24 diciembre, 2017
(Julio Llorente / La Gaceta)– Los avances científicos
han propiciado una ingente cantidad de cambios en los procedimientos médicos;
cambios que, pese a lo que pueda parecer, no son mayoritariamente positivos.
Así, el progreso técnico – y la inestimable cooperación de los gobiernos
estatales – ha permitido la generalización del aborto, ha puesto la clonación
al alcance del hombre y, a través de métodos como la congelación de embriones,
ha desnaturalizado la procreación. Es por ello por lo que los desafíos morales,
en épocas de grandes innovaciones tecnológicas, se incrementan.
En este contexto, una estadounidense, Tina Gibson, ha
dado a luz a un bebé gestado a partir de un embrión que fue congelado hace 25
años. Ello supone un récord de antigüedad, tal y como han informado EFE y
medios locales. ‘Este embrión y yo podríamos haber sido grandes amigas. Yo
simplemente quería un bebé; me daba igual si era o no un récord mundial’, ha
asegurado la progenitora, en quien late la deletérea idea de que tener hijos es
un derecho.
Así, Gibson se ha mostrado muy ‘agradecida’ y ha
calificado a su hija, que ha nacido con algo más de tres kilos de peso y con 50
centímetros de altura, como ‘un precioso regalo de Navidad’. Por su parte, el
director médico del Centro de Donación de Embriones de Knoxville (Tennessee) se
ha mostrado convencida de que la historia de Emma es una ‘llamada a todas las
parejas que tienen embriones almacenados a largo plazo a pensar en esa opción
de afirmación de la vida para sus embriones’.
Emma – así se llama la recién nacida – ha sido
concebida en Tennessee este año, mas su travesía vital, como se ha señalado,
comenzó hace tiempo. En concreto, en octubre de 1992, un año y medio después de
que naciese su madre.
Las implicaciones éticas
En esta cuestión, lo que está claro es que la creación
de embriones en laboratorios para su posterior congelación constituye un acto
manifiestamente inmoral. Así, la vida humana, en este caso, es tratada como
medio para alcanzar un propósito (ya esté ligado a la investigación o al lucro)
y no como un fin en sí mismo.
No obstante, una vez el embrión está congelado, ¿qué
debe hacerse? Existen cuatro posibles opciones, de las cuales sólo una podría
tolerarse moralmente: mantenerlos congelados (en España el límite es de cinco
años), utilizarlos para investigación, darlos en adopción o sacarlos del tanque
de nitrógeno y dejarlos morir.
Con la alternativa de adoptar los embriones, se abre
un interrogante moral que ni la Santa Sede ha acertado a responder; no en vano,
aún está teniendo lugar un sobre la licitud de la adopción de embriones entre
expertos de bioética y teólogos moralistas. En este sentido, hay quienes
arguyen que la adopción sería legítima siguiendo el principio ético del mal
menor.
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