Carlos Prosperi
Dr. en Ciencias Biológicas – Lic. en
Filosofía
Introducción
La
legalización o no del aborto es un tema muy debatido en todo el mundo, y
desgraciadamente ha generado discusiones que generalmente evitan el tema central
de la problemática y se dispersan en cuestiones que, aunque pueden ser
importantes individualmente y merecen ser atendidas, no hacen al verdadero
trasfondo de la problemática. Esta cuestión central es resolver si el cigoto es
o no un ser humano. Si no es un ser humano, como algunos pretenden, sino que es
solamente un acumulo de células molestas, el aborto debería ser absolutamente
libre y sin ninguna restricción, equiparable a la extirpación de un tumor, o
del apéndice. En casos así es evidente que no hay ningún reparo moral o social
para impedirlo.
Si, en
cambio, el cigoto es un ser humano, todos entendemos, independientemente de
convicciones religiosas, ideológicas o sociales, que la vida humana está por
encima de cualquier otro derecho o reivindicación, salvo casos excepcionalísimos.
Por lo tanto dicho cigoto debe ser cuidado por la sociedad en su conjunto tanto
como la vida de un bebé ya nacido, un joven, un adulto o un anciano. Y es
evidente que a ninguna persona razonable se le ocurriría proponer la ejecución
sumaria de un ser humano inocente para solucionar el problema de una mujer que
no quiere ser madre, o de una familia que no puede mantenerlo económicamente o
no lo desea como miembro, o para mantener el sistema de salud pública.
El cigoto es humano
Cigoto es el
término general que se utiliza para designar a la unión de óvulo y
espermatozoide con el fin de desarrollarse para formar un nuevo individuo de su
especie. El óvulo y el espermatozoide tienen un número cromosómico haploide, es
decir que cada uno lleva la mitad de los cromosomas provenientes
respectivamente de la madre y el padre. Así por separado son solamente células,
y tienen vida como cualquier otra célula, pero de ninguna manera podrían
considerarse vida humana, ni mucho menos individuos.
Pero luego de
producida la fecundación del óvulo, lo que también se conoce como la
concepción, esto cambia radicalmente. La mitad de los cromosomas del óvulo se
unen con la otra mitad de los cromosomas del espermatozoide para formar un cigoto,
que ya tiene el número cromosómico normal o diploide, propio de su especie,
formando de esta manera un individuo de la misma especie pero completamente
nuevo, bien diferenciado de su padre y su madre en tanto individuo. Esto es
estrictamente científico y objetivo, y es algo bien conocido desde hace mucho
tiempo, que se puede consultar incluso en manuales de Biología o Genética de
colegios secundarios, de manera que nadie puede alegar ignorancia de la
cuestión.
La Academia
Nacional de Medicina manifestó en el Plenario Académico realizado el 30 de
septiembre de 2010: “Frente a algunas
manifestaciones recientes a favor de legalizar el aborto que se han difundido
en los medios, la Academia Nacional de Medicina quiere recordar principios
básicos de la ciencia y la práctica médicas que obligan y vinculan a todos los
profesionales del país.
La salud pública argentina necesita de
propuestas que cuiden y protejan a la madre y a su hijo, a la vida de la mujer
y a la del niño por nacer. La obligación médica es salvar a los dos, nada bueno
puede derivarse para la sociedad cuando se elige a la muerte como solución. Si
el aborto clandestino es un problema sanitario corresponde a las autoridades
tomar las mejores medidas preventivas y curativas sin vulnerar el derecho humano
fundamental a la vida y al de los profesionales médicos a respetar sus convicciones.
Por ello, La Academia Nacional de Medicina considera:
Que el niño por nacer, científica y
biológicamente es un ser humano cuya existencia comienza al momento de su concepción.
Desde el punto de vista jurídico es un sujeto de derecho como lo reconoce la
Constitución Nacional, los tratados internacionales anexos y los distintos
códigos nacionales y provinciales de nuestro país.
Que destruir a un embrión humano
significa impedir el nacimiento de un ser humano.
Que el pensamiento médico a partir de
la ética hipocrática ha defendido la vida humana como condición inalienable
desde la concepción. Por lo que la Academia Nacional de Medicina hace un
llamado a todos los médicos del país a mantener la fidelidad a la que un día se
comprometieron bajo juramento.
Que el derecho a la "objeción de
conciencia" implica no ser obligado a realizar acciones que contrarían
convicciones éticas o religiosas del individuo (Art.14, 19 y concordantes de la
Constitución Nacional)”.
Esto no es
opinable, ya que se trata de un hecho científico afirmado con toda claridad por
la mayor autoridad argentina en la materia. La declaración de la Academia está
por encima de las opiniones de cualquier otra institución nacional, incluso el
Ministerio de Salud o cualquier otra organización política o social.
Esta
manifestación está en total consonancia con lo aceptado científicamente en todo
el mundo. En España, por ejemplo, una ley abortista promovida por Zapatero dio
como contrapartida una declaración científica respaldada por dos mil
autoridades del campo de la Medicina, Biología y Genética, a la que se sumaron
instituciones como el Colegio de Médicos de Sevilla, el Colegio de Médicos de
Madrid, la Comisión Nacional de Bioética y el Colegio de Médicos de Cádiz,
diciendo:
“Que existe sobrada evidencia científica de
que la vida empieza en el momento de la fecundación: la Genética señala que la
fecundación es el momento en que se constituye la identidad genética singular,
la Biología celular explica que los seres pluricelulares se constituyen a
partir de una única célula inicial y la Embriología describe el desarrollo
embrionario y fetal, revelando cómo se desenvuelve sin solución de continuidad;
que el cigoto, luego embrión y luego el feto, no forman parte de ningún órgano
de la madre, sino que es la primera realidad corporal del ser humano, un ser
nuevo y singular, distinto de su padre y su madre; que un aborto no es sólo la
«interrupción voluntaria del embarazo» sino la «interrupción de una vida
humana”(Declaración de Madrid, 2009).
En Dublín,
900 especialistas reunidos con motivo del Simposio Internacional sobre la Salud
de la Madre declararon en 2012: “Como
investigadores y médicos experimentados en Ginecología y Obstetricia, afirmamos
que el aborto inducido – la destrucción deliberada del no nacido – no es
médicamente necesaria para salvar la vida de una mujer. Sostenemos que existe
una diferencia fundamental entre el aborto y los tratamientos necesarios que se
llevan a cabo para salvar la vida de la madre, aún si aquellos tratamientos dan
como resultado la pérdida de la vida del niño no nacido. Confirmamos que la
prohibición del aborto no afecta, de ninguna manera, la disponibilidad de un
cuidado óptimo de la mujer embarazada”.
Jéromê
Lejeune, científico de la Universidad de París considerado el padre de la
Genética Humana moderna, dijo: "No
se trata de una opinión, de un postulado moral o de una idea filosófica, sino
de una verdad experimental. Si el ser humano no comienza con la fecundación, no
comienza nunca. Ningún científico informado puede indicar un solo dato objetivo
posterior a la constitución de un nuevo ADN como hecho del que dependa el
inicio de una vida humana. Afirmar que la vida humana comienza después de la
fecundación, no es científico. Es una afirmación arbitraria, fruto de
ideologías o intereses ajenos a la Ciencia. El cigoto, fruto de la fusión de
las dos células germinales, es un individuo distinto del padre y de la madre,
con una carga genética que tiene el 50 % de cada uno de los progenitores".
Y también: "Cada uno de nosotros
tiene un momento preciso en que comenzamos. Es el momento en que toda la
necesaria y suficiente información genética es recogida dentro de una célula,
el huevo fertilizado y este momento es el momento de la fertilización. Sabemos
que esta información esta escrita en un tipo de cinta a la que llamamos DNA...
La vida esta escrita en un lenguaje fantásticamente miniaturizado”.
“En cuanto los 23 cromosomas del
espermatozoide se encuentran con los 23 cromosomas el óvulo, toda la
información necesaria y suficiente esta allí, reunida en el ADN para determinar
todas las cualidades de un nuevo ser humano. No se trata de una opinión, de un
postulado moral o de una idea filosófica, sino de una verdad experimental. La
fecundación in vitro lo ha demostrado: si antes, en la probeta, no es un ‘bebé’
¿para qué, entonces, implantarlo en el útero? Si el ser humano no comienza con
la fecundación, no comienza nunca. Ningún científico informado puede indicar un
solo dato objetivo posterior a la constitución de un nuevo ADN como hecho del
que dependa el inicio de una vida humana. El endometrio no genera al ser
humano; lo recibe y lo nutre. Afirmar que
la vida humana comienza después de la fecundación, no es científico. Es una
afirmación arbitraria, fruto ideologías o intereses ajenos a la Ciencia. El
cigoto, fruto de la fusión de las dos células germinales, es un individuo
distinto del padre y de la madre, con una carga genética que tiene el 50 % de cada uno de los progenitores”.
Angelo Luigi
Vescovi, Profesor de Biología Celular, y co-director del Instituto de
Investigación de Células Estaminales del Hospital San Rafael de Milán, siendo
un agnóstico declarado, escribió: “El
embrión es un ser humano. Esto es innegable. Cualquier intento de hacer
comenzar la vida humana en un momento posterior es arbitrario y no sostenido
por argumentación científica”.
Francis
Collins, quien fue nada menos que Director del Proyecto Genoma Humano, máxima
autoridad mundial en la cuestión, ha escrito artículos ratificando las bases
científicas de que el cigoto es un ser humano (ver : The Language of God: A
Scientist Presents Evidence for Belief. Simon and Schuster. (2007).
Las leyes
también se hacen eco de estas evidencias científicas. La Convención Americana
sobre Derechos Humanos, declara en el Pacto de San José de Costa Rica:
“CAPITULO II DERECHOS CIVILES Y
POLITICOS
Artículo 4. Derecho a la vida
1.- Toda persona tiene derecho a que
se respete su vida. Este derecho estará protegido por la ley y, en general, a
partir del momento de la concepción. Nadie puede ser privado de la vida
arbitrariamente”.
En Argentina
se establece: “APROBACIÓN DE LA
CONVENCIÓN SOBRE LOS DERECHOS DEL NIÑO (Publicada en el Boletín Oficial de la
República Argentina el 22/10/1990) Art.2 (...) Con relación al artículo 1º de
la CONVENCIÓN SOBRE LOS DERECHOS DEL NIÑO, la REPÚBLICA ARGENTINA declara que
el mismo debe interpretarse en el sentido que se entiende por niño todo ser
humano desde el momento de su concepción y hasta los 18 años de edad”.
En
consonancia, se lee en el Código Civil: “LIBRO
PRIMERO, DE LAS PERSONAS SECCIÓN PRIMERA, DE LAS PERSONAS EN GENERAL
TÍTULO III
DE LAS PERSONAS POR NACER
Art.63.- Son personas por nacer las
que no habiendo nacido están concebidas en el seno materno.
TÍTULO IV
DE LA EXISTENCIA DE LAS PERSONAS ANTES
DEL NACIMIENTO
Art.70.- Desde la concepción en el
seno materno comienza la existencia de las personas; y antes de su nacimiento
pueden adquirir algunos derechos, como si ya hubiesen nacido. Esos derechos
quedan irrevocablemente adquiridos si los concebidos en el seno materno
nacieren con vida, aunque fuera por instantes después de estar separados de su
madre”.
Opiniones pro-abortistas
Por supuesto
que existen opiniones en el sentido de que la vida humana no empieza en la
concepción sino cuando se fija al endometrio, argumentando que si no se
implanta no es viable. Pero la condición de humano viene dada por el hecho de
que, indiscutiblemente, tiene ADN humano. De lo contrario el útero lo
expulsaría espontáneamente como si se tratara de un parásito.
Si la
condición fuera la supervivencia, ningún Mamífero sobrevive luego del parto sin
el cuidado de los progenitores, ni siquiera un adulto podría hacerlo en un
ambiente carente de agua, oxígeno y alimentos.
Otros
consideran que se es humano cuando se forma el sistema nervioso, o el corazón,
o después del alumbramiento. Estas opiniones son sostenidas por aquellos
vinculados a los grandes negocios que se hacen con las células y derivados de
embriones, que mueven millones de dólares en el mundo.
Lo que nadie
puede discutir es que a partir de la concepción empieza un proceso de
multiplicación celular y crecimiento, que sigue con la implantación, la
formación de la mórula, blástula y gástrula, los diversos órganos y sistemas, y
el nacimiento, tras el cual el proceso de crecer se sigue desarrollando pasando
por la niñez, la pubertad y adolescencia, la juventud, la madurez, la vejez y
la muerte. Siendo un proceso continuo e ininterrumpido, aunque se puedan
distinguir etapas arbitrariamente, no hay ningún criterio objetivo para decir
que el embrión no es humano hasta completar alguna de tales etapas.
Un bebé
pequeño no tiene raciocinio, como tampoco lo tiene un niño con alguna
enfermedad mental severa. Un nacido sin un corazón funcional, no pierde su
condición de humano. También se podría decir con igual engaño que no se es
humano antes de la pubertad, ya que se carece de las hormonas que van a dar al
cuerpo la forma que le es propia, junto con la capacidad de reproducción.
Incluso
concediendo cierta verosimilitud a quienes niegan que el embrión sea una vida
humana tan respetable como la de cualquier niño o adulto, se trataría en todo
caso de un tema opinable. Pero cuando se trata del aborto, la más ligera duda
en el sentido de que se podría estar destruyendo una vida humana es más que
suficiente para abstenerse de aceptarlo. Dicho de otra manera, a menos que se
demuestre que el cigoto no es humano de manera tan contundente que no deje
lugar a la más mínima duda razonable, el aborto no debería tolerarse en ninguna
sociedad que se precie de defender el primer derecho fundamental de sus
miembros, tal como el derecho a vivir.
Dicho esto,
es evidente que toda otra argumentación a favor del aborto se vuelve superflua,
comparada con la importancia de la preservación de una vida humana, en una
sociedad cuya función primordial es garantizar el derecho a la vida de todos
sus miembros, sobre todo de los inocentes e indefensos.
Otras falacias
La oposición
al aborto sería una preocupación de la Iglesia o de los movimientos
conservadores de derecha. Como se ha demostrado, la oposición se basa en
argumentos estrictamente científicos, sin necesidad de apelar a la autoridad de
ninguna confesión. No se puede establecer una relación entre la defensa de la
vida y las convicciones religiosas o políticas ya que hay partidarios de la vida
en todas las tendencias, tales como: Feminists for Life, Mujeres contra el
Aborto y Atheists for Life, o los Parlamentarios y Gobernantes de los más
diversos partidos políticos por la vida.
Un budista
como Gandhi dijo: “Me parece tan claro
como el día que el aborto es un crimen”. Y un defensor de derechos humanos
como Perez Esquivel piensa que: “Quien
justifica el aborto justifica la pena de muerte, y yo estoy en contra. Ser
progresista significa defender la vida y nada mas…”.
Algunos dicen
que el embrión es humano pero no es persona, y que es humano a partir de que
recibe un nombre y se socializa. Basta con que sea humano para que no se pueda
matarlo. Ahora bien, según el diccionario de la Real Academia, persona es: “Individuo de la especie humana. Hombre o
mujer cuyo nombre se ignora o se omite”. Si tiene ADN humano individual es
un individuo de la especie humana. La mayoría de los bebés reciben su nombre a
partir de una ecografía. Y en todo caso, es muy difícil decir cuando un niño se
socializa: será cuando aprende a hablar y vivir en sociedad, cuando se integra
a la familia, o a sus compañeros de colegio, o cuando tiene uso de razón? Eso
da un espectro indefinido que iría hasta la adolescencia.
Se argumenta
que el aborto no es obligatorio, y por eso debe haber libertad de opción. O que
la mujer puede hacer de su cuerpo lo que quiera, y que los hombres no deberían
opinar en estos temas.
Pero el
embrión no es parte del cuerpo de la madre sino que es un cuerpo humano
distinto genéticamente a sus progenitores. Y no se forma espontáneamente en la
madre sin intervención del padre. Más aún, los Estados deben proteger la vida
de todos, de modo que matar a un embrión, un niño o un adulto no es algo que
nadie pueda decidir arbitrariamente ante la inacción del resto de la sociedad.
Se dan cifras
altísimas de abortos clandestinos, que son poco creíbles, ya que justamente por
ser clandestinos no están contabilizados formalmente. Pero incluso se fuera
cierto, no hay una lógica que respalde la legalización. Sabemos que la
corrupción, el robo, el contrabando y los hechos violentos son males mundiales,
pero eso no soporta su legalización. Lo que es intrínsecamente malo, como matar
niños inocentes, no puede convertirse en legal simplemente porque se haga de
todos modos. Y junto con esas cifras de abortos ilegales se dan porcentajes de
mujeres que sufren o mueren en tales circunstancias, olvidando que el cien por
ciento de los niños muere en los abortos, legales o ilegales. En todo caso los
Estados deberán garantizar la asistencia económica, social y psicológica a
todas las mujeres que estén involucradas en estas cuestiones y atender
debidamente su bienestar, pero partiendo de la premisa de que ningún mal se
debe evitar cometiendo un mal mayor, tal como la muerte a niños en el vientre
de la madre.
Por supuesto
que tal preocupación implica un involucramiento de los Estados proveyendo
educación, salud y asistencia a las niñas y adolescentes, cuando es menos
engorrosa la pseudo-solución facilista de matar a los bebés. En tal sentido,
resulta hasta hipócrita que el aborto se considere un capítulo de la salud
reproductiva, como si el embarazo fuera una enfermedad.
En cualquiera
de los casos, una sociedad civilizada no puede aceptar que un problema, cualquiera sea su índole y
complejidad, se pueda solucionar implantando la pena de muerte a niños por
nacer.
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