jueves, 8 de marzo de 2018

FALACIAS ABORTISTAS




Carlos Prosperi

Dr. en Ciencias Biológicas – Lic. en Filosofía


Introducción

La legalización o no del aborto es un tema muy debatido en todo el mundo, y desgraciadamente ha generado discusiones que generalmente evitan el tema central de la problemática y se dispersan en cuestiones que, aunque pueden ser importantes individualmente y merecen ser atendidas, no hacen al verdadero trasfondo de la problemática. Esta cuestión central es resolver si el cigoto es o no un ser humano. Si no es un ser humano, como algunos pretenden, sino que es solamente un acumulo de células molestas, el aborto debería ser absolutamente libre y sin ninguna restricción, equiparable a la extirpación de un tumor, o del apéndice. En casos así es evidente que no hay ningún reparo moral o social para impedirlo.

Si, en cambio, el cigoto es un ser humano, todos entendemos, independientemente de convicciones religiosas, ideológicas o sociales, que la vida humana está por encima de cualquier otro derecho o reivindicación, salvo casos excepcionalísimos. Por lo tanto dicho cigoto debe ser cuidado por la sociedad en su conjunto tanto como la vida de un bebé ya nacido, un joven, un adulto o un anciano. Y es evidente que a ninguna persona razonable se le ocurriría proponer la ejecución sumaria de un ser humano inocente para solucionar el problema de una mujer que no quiere ser madre, o de una familia que no puede mantenerlo económicamente o no lo desea como miembro, o para mantener el sistema de salud pública.



El cigoto es humano

Cigoto es el término general que se utiliza para designar a la unión de óvulo y espermatozoide con el fin de desarrollarse para formar un nuevo individuo de su especie. El óvulo y el espermatozoide tienen un número cromosómico haploide, es decir que cada uno lleva la mitad de los cromosomas provenientes respectivamente de la madre y el padre. Así por separado son solamente células, y tienen vida como cualquier otra célula, pero de ninguna manera podrían considerarse vida humana, ni mucho menos individuos.

Pero luego de producida la fecundación del óvulo, lo que también se conoce como la concepción, esto cambia radicalmente. La mitad de los cromosomas del óvulo se unen con la otra mitad de los cromosomas del espermatozoide para formar un cigoto, que ya tiene el número cromosómico normal o diploide, propio de su especie, formando de esta manera un individuo de la misma especie pero completamente nuevo, bien diferenciado de su padre y su madre en tanto individuo. Esto es estrictamente científico y objetivo, y es algo bien conocido desde hace mucho tiempo, que se puede consultar incluso en manuales de Biología o Genética de colegios secundarios, de manera que nadie puede alegar ignorancia de la cuestión.

La Academia Nacional de Medicina manifestó en el Plenario Académico realizado el 30 de septiembre de 2010: “Frente a algunas manifestaciones recientes a favor de legalizar el aborto que se han difundido en los medios, la Academia Nacional de Medicina quiere recordar principios básicos de la ciencia y la práctica médicas que obligan y vinculan a todos los profesionales del país.
La salud pública argentina necesita de propuestas que cuiden y protejan a la madre y a su hijo, a la vida de la mujer y a la del niño por nacer. La obligación médica es salvar a los dos, nada bueno puede derivarse para la sociedad cuando se elige a la muerte como solución. Si el aborto clandestino es un problema sanitario corresponde a las autoridades tomar las mejores medidas preventivas y curativas sin vulnerar el derecho humano fundamental a la vida y al de los profesionales médicos a respetar sus convicciones. Por ello, La Academia Nacional de Medicina considera:

Que el niño por nacer, científica y biológicamente es un ser humano cuya existencia comienza al momento de su concepción. Desde el punto de vista jurídico es un sujeto de derecho como lo reconoce la Constitución Nacional, los tratados internacionales anexos y los distintos códigos nacionales y provinciales de nuestro país.
Que destruir a un embrión humano significa impedir el nacimiento de un ser humano.
Que el pensamiento médico a partir de la ética hipocrática ha defendido la vida humana como condición inalienable desde la concepción. Por lo que la Academia Nacional de Medicina hace un llamado a todos los médicos del país a mantener la fidelidad a la que un día se comprometieron bajo juramento.
Que el derecho a la "objeción de conciencia" implica no ser obligado a realizar acciones que contrarían convicciones éticas o religiosas del individuo (Art.14, 19 y concordantes de la Constitución Nacional)”.

Esto no es opinable, ya que se trata de un hecho científico afirmado con toda claridad por la mayor autoridad argentina en la materia. La declaración de la Academia está por encima de las opiniones de cualquier otra institución nacional, incluso el Ministerio de Salud o cualquier otra organización política o social.
Esta manifestación está en total consonancia con lo aceptado científicamente en todo el mundo. En España, por ejemplo, una ley abortista promovida por Zapatero dio como contrapartida una declaración científica respaldada por dos mil autoridades del campo de la Medicina, Biología y Genética, a la que se sumaron instituciones como el Colegio de Médicos de Sevilla, el Colegio de Médicos de Madrid, la Comisión Nacional de Bioética y el Colegio de Médicos de Cádiz, diciendo:

Que existe sobrada evidencia científica de que la vida empieza en el momento de la fecundación: la Genética señala que la fecundación es el momento en que se constituye la identidad genética singular, la Biología celular explica que los seres pluricelulares se constituyen a partir de una única célula inicial y la Embriología describe el desarrollo embrionario y fetal, revelando cómo se desenvuelve sin solución de continuidad; que el cigoto, luego embrión y luego el feto, no forman parte de ningún órgano de la madre, sino que es la primera realidad corporal del ser humano, un ser nuevo y singular, distinto de su padre y su madre; que un aborto no es sólo la «interrupción voluntaria del embarazo» sino la «interrupción de una vida humana”(Declaración de Madrid, 2009).

En Dublín, 900 especialistas reunidos con motivo del Simposio Internacional sobre la Salud de la Madre declararon en 2012: “Como investigadores y médicos experimentados en Ginecología y Obstetricia, afirmamos que el aborto inducido – la destrucción deliberada del no nacido – no es médicamente necesaria para salvar la vida de una mujer. Sostenemos que existe una diferencia fundamental entre el aborto y los tratamientos necesarios que se llevan a cabo para salvar la vida de la madre, aún si aquellos tratamientos dan como resultado la pérdida de la vida del niño no nacido. Confirmamos que la prohibición del aborto no afecta, de ninguna manera, la disponibilidad de un cuidado óptimo de la mujer embarazada”.

Jéromê Lejeune, científico de la Universidad de París considerado el padre de la Genética Humana moderna, dijo: "No se trata de una opinión, de un postulado moral o de una idea filosófica, sino de una verdad experimental. Si el ser humano no comienza con la fecundación, no comienza nunca. Ningún científico informado puede indicar un solo dato objetivo posterior a la constitución de un nuevo ADN como hecho del que dependa el inicio de una vida humana. Afirmar que la vida humana comienza después de la fecundación, no es científico. Es una afirmación arbitraria, fruto de ideologías o intereses ajenos a la Ciencia. El cigoto, fruto de la fusión de las dos células germinales, es un individuo distinto del padre y de la madre, con una carga genética que tiene el 50 % de cada uno de los progenitores". Y también: "Cada uno de nosotros tiene un momento preciso en que comenzamos. Es el momento en que toda la necesaria y suficiente información genética es recogida dentro de una célula, el huevo fertilizado y este momento es el momento de la fertilización. Sabemos que esta información esta escrita en un tipo de cinta a la que llamamos DNA... La vida esta escrita en un lenguaje fantásticamente miniaturizado”.

“En cuanto los 23 cromosomas del espermatozoide se encuentran con los 23 cromosomas el óvulo, toda la información necesaria y suficiente esta allí, reunida en el ADN para determinar todas las cualidades de un nuevo ser humano. No se trata de una opinión, de un postulado moral o de una idea filosófica, sino de una verdad experimental. La fecundación in vitro lo ha demostrado: si antes, en la probeta, no es un ‘bebé’ ¿para qué, entonces, implantarlo en el útero? Si el ser humano no comienza con la fecundación, no comienza nunca. Ningún científico informado puede indicar un solo dato objetivo posterior a la constitución de un nuevo ADN como hecho del que dependa el inicio de una vida humana. El endometrio no genera al ser humano; lo recibe y lo nutre. Afirmar  que la vida humana comienza después de la fecundación, no es científico. Es una afirmación arbitraria, fruto ideologías o intereses ajenos a la Ciencia. El cigoto, fruto de la fusión de las dos células germinales, es un individuo distinto del padre y de la madre, con una carga genética que tiene el 50 %  de cada uno de los progenitores”.

Angelo Luigi Vescovi, Profesor de Biología Celular, y co-director del Instituto de Investigación de Células Estaminales del Hospital San Rafael de Milán, siendo un agnóstico declarado, escribió: “El embrión es un ser humano. Esto es innegable. Cualquier intento de hacer comenzar la vida humana en un momento posterior es arbitrario y no sostenido por argumentación científica”.

Francis Collins, quien fue nada menos que Director del Proyecto Genoma Humano, máxima autoridad mundial en la cuestión, ha escrito artículos ratificando las bases científicas de que el cigoto es un ser humano (ver : The Language of God: A Scientist Presents Evidence for Belief. Simon and Schuster. (2007).

Las leyes también se hacen eco de estas evidencias científicas. La Convención Americana sobre Derechos Humanos, declara en el Pacto de San José de Costa Rica:
“CAPITULO II DERECHOS CIVILES Y POLITICOS
Artículo 4. Derecho a la vida
1.- Toda persona tiene derecho a que se respete su vida. Este derecho estará protegido por la ley y, en general, a partir del momento de la concepción. Nadie puede ser privado de la vida arbitrariamente”.

En Argentina se establece: “APROBACIÓN DE LA CONVENCIÓN SOBRE LOS DERECHOS DEL NIÑO (Publicada en el Boletín Oficial de la República Argentina el 22/10/1990) Art.2 (...) Con relación al artículo 1º de la CONVENCIÓN SOBRE LOS DERECHOS DEL NIÑO, la REPÚBLICA ARGENTINA declara que el mismo debe interpretarse en el sentido que se entiende por niño todo ser humano desde el momento de su concepción y hasta los 18 años de edad”.

En consonancia, se lee en el Código Civil: “LIBRO PRIMERO, DE LAS PERSONAS SECCIÓN PRIMERA, DE LAS PERSONAS EN GENERAL
TÍTULO III
DE LAS PERSONAS POR NACER
Art.63.- Son personas por nacer las que no habiendo nacido están concebidas en el seno materno.
TÍTULO IV
DE LA EXISTENCIA DE LAS PERSONAS ANTES DEL NACIMIENTO
Art.70.- Desde la concepción en el seno materno comienza la existencia de las personas; y antes de su nacimiento pueden adquirir algunos derechos, como si ya hubiesen nacido. Esos derechos quedan irrevocablemente adquiridos si los concebidos en el seno materno nacieren con vida, aunque fuera por instantes después de estar separados de su madre”.


Opiniones pro-abortistas

Por supuesto que existen opiniones en el sentido de que la vida humana no empieza en la concepción sino cuando se fija al endometrio, argumentando que si no se implanta no es viable. Pero la condición de humano viene dada por el hecho de que, indiscutiblemente, tiene ADN humano. De lo contrario el útero lo expulsaría espontáneamente como si se tratara de un parásito.
Si la condición fuera la supervivencia, ningún Mamífero sobrevive luego del parto sin el cuidado de los progenitores, ni siquiera un adulto podría hacerlo en un ambiente carente de agua, oxígeno y alimentos.

Otros consideran que se es humano cuando se forma el sistema nervioso, o el corazón, o después del alumbramiento. Estas opiniones son sostenidas por aquellos vinculados a los grandes negocios que se hacen con las células y derivados de embriones, que mueven millones de dólares en el mundo.
Lo que nadie puede discutir es que a partir de la concepción empieza un proceso de multiplicación celular y crecimiento, que sigue con la implantación, la formación de la mórula, blástula y gástrula, los diversos órganos y sistemas, y el nacimiento, tras el cual el proceso de crecer se sigue desarrollando pasando por la niñez, la pubertad y adolescencia, la juventud, la madurez, la vejez y la muerte. Siendo un proceso continuo e ininterrumpido, aunque se puedan distinguir etapas arbitrariamente, no hay ningún criterio objetivo para decir que el embrión no es humano hasta completar alguna de tales etapas.


Un bebé pequeño no tiene raciocinio, como tampoco lo tiene un niño con alguna enfermedad mental severa. Un nacido sin un corazón funcional, no pierde su condición de humano. También se podría decir con igual engaño que no se es humano antes de la pubertad, ya que se carece de las hormonas que van a dar al cuerpo la forma que le es propia, junto con la capacidad de reproducción.
Incluso concediendo cierta verosimilitud a quienes niegan que el embrión sea una vida humana tan respetable como la de cualquier niño o adulto, se trataría en todo caso de un tema opinable. Pero cuando se trata del aborto, la más ligera duda en el sentido de que se podría estar destruyendo una vida humana es más que suficiente para abstenerse de aceptarlo. Dicho de otra manera, a menos que se demuestre que el cigoto no es humano de manera tan contundente que no deje lugar a la más mínima duda razonable, el aborto no debería tolerarse en ninguna sociedad que se precie de defender el primer derecho fundamental de sus miembros, tal como el derecho a vivir.

Dicho esto, es evidente que toda otra argumentación a favor del aborto se vuelve superflua, comparada con la importancia de la preservación de una vida humana, en una sociedad cuya función primordial es garantizar el derecho a la vida de todos sus miembros, sobre todo de los inocentes e indefensos.


Otras falacias

La oposición al aborto sería una preocupación de la Iglesia o de los movimientos conservadores de derecha. Como se ha demostrado, la oposición se basa en argumentos estrictamente científicos, sin necesidad de apelar a la autoridad de ninguna confesión. No se puede establecer una relación entre la defensa de la vida y las convicciones religiosas o políticas ya que hay partidarios de la vida en todas las tendencias, tales como: Feminists for Life, Mujeres contra el Aborto​ y Atheists for Life, o los Parlamentarios y Gobernantes de los más diversos partidos políticos por la vida.
Un budista como Gandhi dijo: “Me parece tan claro como el día que el aborto es un crimen”. Y un defensor de derechos humanos como Perez Esquivel piensa que: “Quien justifica el aborto justifica la pena de muerte, y yo estoy en contra. Ser progresista significa defender la vida y nada mas…”.

Algunos dicen que el embrión es humano pero no es persona, y que es humano a partir de que recibe un nombre y se socializa. Basta con que sea humano para que no se pueda matarlo. Ahora bien, según el diccionario de la Real Academia, persona es: “Individuo de la especie humana. Hombre o mujer cuyo nombre se ignora o se omite”. Si tiene ADN humano individual es un individuo de la especie humana. La mayoría de los bebés reciben su nombre a partir de una ecografía. Y en todo caso, es muy difícil decir cuando un niño se socializa: será cuando aprende a hablar y vivir en sociedad, cuando se integra a la familia, o a sus compañeros de colegio, o cuando tiene uso de razón? Eso da un espectro indefinido que iría hasta la adolescencia.

Se argumenta que el aborto no es obligatorio, y por eso debe haber libertad de opción. O que la mujer puede hacer de su cuerpo lo que quiera, y que los hombres no deberían opinar en estos temas.


Pero el embrión no es parte del cuerpo de la madre sino que es un cuerpo humano distinto genéticamente a sus progenitores. Y no se forma espontáneamente en la madre sin intervención del padre. Más aún, los Estados deben proteger la vida de todos, de modo que matar a un embrión, un niño o un adulto no es algo que nadie pueda decidir arbitrariamente ante la inacción del resto de la sociedad.

Se dan cifras altísimas de abortos clandestinos, que son poco creíbles, ya que justamente por ser clandestinos no están contabilizados formalmente. Pero incluso se fuera cierto, no hay una lógica que respalde la legalización. Sabemos que la corrupción, el robo, el contrabando y los hechos violentos son males mundiales, pero eso no soporta su legalización. Lo que es intrínsecamente malo, como matar niños inocentes, no puede convertirse en legal simplemente porque se haga de todos modos. Y junto con esas cifras de abortos ilegales se dan porcentajes de mujeres que sufren o mueren en tales circunstancias, olvidando que el cien por ciento de los niños muere en los abortos, legales o ilegales. En todo caso los Estados deberán garantizar la asistencia económica, social y psicológica a todas las mujeres que estén involucradas en estas cuestiones y atender debidamente su bienestar, pero partiendo de la premisa de que ningún mal se debe evitar cometiendo un mal mayor, tal como la muerte a niños en el vientre de la madre.

Por supuesto que tal preocupación implica un involucramiento de los Estados proveyendo educación, salud y asistencia a las niñas y adolescentes, cuando es menos engorrosa la pseudo-solución facilista de matar a los bebés. En tal sentido, resulta hasta hipócrita que el aborto se considere un capítulo de la salud reproductiva, como si el embarazo fuera una enfermedad.
En cualquiera de los casos, una sociedad civilizada no puede aceptar que  un problema, cualquiera sea su índole y complejidad, se pueda solucionar implantando la pena de muerte a niños por nacer.











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