Carlos Ialorenzi - Myriam Mitrece
Las Prensa,
13.02.2025
La Ley Nacional
26.743, conocida como ley de Identidad de Género, promulgada en 2012, sigue
dando que hablar.
Es posible que
algunos de los legisladores que la votaron hayan actuado con ingenuidad o con
tal liviandad que no les permitió advertir los dramas personales y sociales que
esta podía acarrear. La norma permite que las personas que sienten que su sexo
biológico no coincide con su género autopercibido puedan inscribirse en sus
documentos con el nombre y sexo que elijan y regula intervenciones hormonales y
quirúrgicas para adaptar su cuerpo a la identidad autopercibida.
CUIDANDO A LOS
NIÑOS
Antes de la firma
del DNU 62/2025 los menores podían acceder a hormonización y cirugías con la
anuencia de sus representantes legales, o en caso de no contar con tales avales
podían recurrir para que en un breve plazo, el juez les habilite esas
prácticas. Bajo el amparo de esta ley algunos niños recibíeron bloqueadores de
la pubertad, hormonización cruzada, y se avaló la ablación de órganos sanos
(ejemplo, extirpación de los senos) en adolescentes porque “A partir de los
dieciséis años el adolescente es considerado como un adulto para las decisiones
atinentes al cuidado de su propio cuerpo”. (CCyC)
La norma actual
prohíbe que los menores de 18 años accedan a este tipo de intervenciones y
tratamientos. Esta medida se sostiene en la evidencia de que entre el 70 al 97%
de los varones y entre el 50 al 88% de las mujeres que no se sienten conformes
con su sexo superan la disforia en edad adulta, siempre que no hayan iniciado
una transición. Además, aún los médicos dedicados a la hormonización de niños,
admiten que no existe suficiente investigación sobre sus efectos a largo plazo.
Escribe Sandra
Mercado Rodriguez, persona trans arrepentida, en “La estafa del
Transgenerismo”: “El Instituto Nacional para la Excelencia en Salud y Atención
del Reino Unido, ha llevado a cabo un estudio sobre los bloqueadores de la
pubertad y las hormonas de sexo cruzado. Se destaca en las conclusiones que los
bloqueadores no mejoran la disforia de género, ni la salud mental, la imagen
corporal y el comportamiento social. Con respecto a los tratamientos con
hormonas cruzadas, se observan muy bajos cambios en el malestar general del
paciente, al igual, se desconocen los efectos secundarios a largo plazo de las
hormonas cruzadas, se da a entender que realmente no merece la pena jugarse la
vida a cambio de prácticamente nada.”
NO ES SOLO UN
NOMBRE
Esta medida es
reparadora y cuida, en parte, a los menores que padecen disforia de género y
disforia de género de inicio rápido. Esta última, más frecuentemente niñas, que
declaran repentinamente “sentirse” de otro sexo, parece ser un fenómeno social
que canaliza una diversidad de malestares. Los trastornos mentales, la
estigmatización del varón como agresor, la naturalización del mundo trans y la
promoción de un modelo que confunde autopercepción con realidad hace de estas
niñas una población muy vulnerable, impulsándolas a considerar que ser de otro
sexo podría ser más ventajoso.
Pero decimos que
cuida, en parte, porque el camino hacia la transición se inicia con la
transición social, aparentemente inocua y muchas veces entendida como solidaria
y empática.
La transición
social de menores aún sigue vigente en la ley. “Deberá respetarse la identidad
de género adoptada por las personas, en especial por niñas, niños y
adolescentes, que utilicen un nombre de pila distinto al consignado en su
documento nacional de identidad. A su solo requerimiento, el nombre de pila
adoptado deberá ser utilizado para la citación, registro, legajo, llamado y
cualquier otra gestión o servicio, tanto en los ámbitos públicos como privados.”(Art.
12)
Es necesario crear
conciencia de que avalar la transición social es convalidar la creencia errónea
de “haber nacido en un cuerpo equivocado”. Es poner al niño en camino de
continuar la transición más adelante, en lugar de abordar la raíz del problema.
ESTAR INFORMADO
La agrupación
MANADA, (Madres de Niños y Adolescentes con Disforia de Género acelerada)
solicita que se prohíba la transición social de los menores por parte de los
adultos, en todos los ámbitos educativos. Ya que ese aval es altamente dañino y
generalmente se hace a escondidas de los padres.
También solicita
que, en adultos jóvenes con comorbilidades y/o patologías previas de base como
TDAH (Trastorno por Déficit de Atención), TEA (Trastornos del Espectro Autista)
y TLP (Trastorno Límite de la Personalidad), se exija un seguimiento más
prudente antes de avanzar a tratamientos invasivos.
Por último, que
los consentimientos informados sean expedidos exclusivamente por el Ministerio
de Salud, conteniendo la información completa, detallada y actualizada, sobre
daños ya comprobados y posibles para que sean devueltos con la firma del
paciente en un tiempo no inferior a seis meses. De esta manera la persona tenga
tiempo para evaluar su decisión.
Cada vez más
detransicionistas atestiguan que modificar o derogar la ley es necesario. En
este sentido, termina diciendo Sandra Mercado, en la introducción a su libro:
“La transexualidad me trajo una caótica amalgama de emociones, experiencias
llenas de euforia y la angustia de seguir odiando mi cuerpo. No existe ese
final feliz, lo único que me queda es seguir trabajando en la aceptación de lo
que realmente soy biológicamente, un hombre…Es hora de dejar de vivir en una
nube llena de mentiras que va a màs, trabajar conscientemente en la realidad y
aceptación de nuestros cuerpos cuando nos miremos al espejo”.
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