viernes, 21 de agosto de 2009

Aporte para el debate de la despenalización


Por Wilbur Ricardo Grimson


Villa 31, Villa 21, Villa 1-11-14… son algunos de los nombres de una inequidad instituida, una limitación de derechos y una condena de vida que afectan a decenas de miles de argentinos. A ellos, agrupados en poblaciones numerosas, se les vuelve imposible conservar una familia estable, hacer participar regularmente a sus hijos del sistema educativo, capacitarlos en camino a un acceso al sistema productivo, poder acceder al sistema de salud, obtener el cumplimiento de sus derechos, en resumen contar con estabilidad, previsión, confianza. Generar proyectos. Ser dueños de su propia vida. Las familias, en este contexto, se proponen sobrevivir y en muchos casos, merced a tremendos esfuerzos, lo logran. Pagan el precio de las dificultades que suma a la pobreza de los ingresos económicos, la distancia a que se encuentran de los servicios sociales básicos como educación, salud y acción social, y la acechanza permanente del sometimiento a situaciones de maltrato policial, que siempre presumen culpas cuando buscan responsables. También se debe sumar el trato desigual que reciben por parte del sistema educativo, ya que sus hijos cuando son admitidos a las escuelas resultan ser los menos retenidos.

En el marco del hacinamiento en viviendas precarias, se quiebran las barreras generacionales, y la iniciación sexual se introduce con brusquedad a temprana edad en general a cargo de familiares con los que se convive como ser padres o hermanos mayores. Como resultado hay abuelas que, siendo aun hijas, se han convertido en madres en su propia casa y repiten esa trama de una generación a la siguiente. Algunas de esas abuelas tienen entre 25 y 30 años cuando nacen sus nietos. No han terminado de criar hijos y ya tienen nietos. La maternidad precoz daña a los que afecta y no puede dejar de abrumar a criaturas que interrumpen su adolescencia para ser madres. Interrupción del desarrollo que también se instala entre sus hermanos, motivada por una adultez impuesta que convierte al niño en proveedor de recursos para su familia, cuando debería estar explorando modos de ser, aprendiendo y eligiendo.

Crecen lejos del agua corriente, de las cloacas, de la protección contra las variaciones del clima, alimentados con lo disponible, almacenan seguramente menos proteínas a nivel del sistema nervioso central, lo cual limita sus capacidades de aprendizaje. Y debilita su educación formal. Irán esquivando las circunstancias de la vida cuando pueden hacerlo y aprenden a gambetear la violencia que los rodea, que es la violencia de la carencia, la mejor cuna para algunos del delito como revancha, como decisión de posesionarse de lo que no se les permite disponer. Cuando dejan su entorno comprueban que en el supermercado de la vida se les reservan las migajas y los deshechos. Esporádicamente podrán disponer de muestras de aquello que les resulta fácil consumir a quienes recorren en automóvil las autopistas vecinas. Todo lo cual genera el impulso, el arrebato, la desazón, la sensación de no ser merecedor. Por eso surgen en su seno algunos personajes idealizados que logran lo que desean, lo comparten y lo distribuyen. Cuando ellos son abatidos por tiros de la policía, aunque desarmados, son como el caso que relata el libro “Si muero toquen cumbia”, idolatrados, venerados, admirados. Y su asesinato es repudiado.

La carencia distorsiona en quienes la sufren la percepción real de la necesidad. Se acepta lo que se consigue. La sustitución de lo necesario se común y las faltas en cantidad y calidad son vividas con resignación. El grupo que convive internaliza la violencia como salida habitual a la desesperación. Y el hombre que pasó el día intentando conseguir un trabajo, castiga a su compañera como si fuera la culpable, cuando no es mas que otro testigo desesperanzado de la miseria compartida. Ahí lucran los sectores de la política que mantienen esta situación por ser una fuente de reclutamiento de asistentes a manifestaciones. Se arrastra con promesas a los que no se movilizan por una mayor conciencia o buscando una voluntad de cambio, sino por una dádiva o el equivalente de un jornal de base. La habitualidad y la resignación puede ser trascendida si se pasa por encima del interés individual y se lo sustituye por el interés común. Si se destierra la limosna interesada y se descubre la cara de la verdadera solidaridad. Y si se encuentra que quien contrataba –o quien lo enviaba- no pensaba mejorar nada.

En este campo de familias desorganizadas, apaleadas por la realidad, pero con firme voluntad de sobrepasar la situación, realizamos tareas de prevención, organización, asesoramiento y adiestramiento. Es ahí y en grupos sociales con dificultades económicas que han surgido y se refuerzan los movimientos de Madres en Lucha contra las Drogas, hoy ampliamente extendidos, que se proponen obtener un mejor cuidado de sus hijos, preservar su derecho a crecer mejor, derivar adecuadamente a tratamiento cuando es necesario, refugiarse en los recovecos que la Justicia aun proporciona. El fenómeno ha convocado a los sacerdotes que viven en las Villas, y trabajan en ellas, con un mensaje claro y un accionar eficaz. Ellos dicen “donde nosotros estamos la droga ya está despenalizada, pasa al lado de los policías, se consume a la vista de todo el mundo. Y corroe a chicos que serán dañados en forma irreversible y estarán peor que en su actual condición.”

Esta prevención es diferente a la que hemos articulado desde Centros de Prevención Municipales como el creado en Vicente López en 1985 que fue el primero en su género aunque después la política local lo logró desarticular. Diferente también es la prevención que se articula en las escuelas secundarias o de la que empieza a organizarse en las primarias. La prevención que encaramos en Villas como las mencionadas no puede dejar de lado el fenómeno de la marginación social y la postergación de los derechos. No usamos para este fenómeno el concepto de exclusión social porque nos parece de una dureza que implica resignación. La postergación en cambio no abandona el objetivo si bien señala el retardo en obtener su rendimiento. La prevención en las villas es por necesidad más social y debe tener en cuenta la necesidad de crear puentes con la salud, la educación la acción social y la justicia y de mantener tales conexiones. Requiere una integración de enfoques que logren acercar la población a los servicios necesarios.

Pero tiene en común que se trata de una propuesta nutrida en una concepción social de la salud y en una visión más totalizadora de la vida, cuyo protagonismo debe ser asumido por sus destinatarios. Lejos entonces de la vacuna que es una defensa donde el organismo es pasivo y el sujeto no necesita actuar. Se trata mas bien de algo que se adquiere como una experiencia vivencial y que debe remitirse a ese registro de lo intersectorial que se denomina el campo de los valores, de los ideales, de las normas que uno se da asi mismo y que no puede considerarse solo mental sino que en conjunto con otras cosas forma parte del espíritu humano.

Las personas que nos consultan por un eventual tratamiento, para sí o para sus hijos, pueden haber consultado a profesionales o a para-profesionales, a religiosos de diferentes cultos, a curanderos, a operadores que se han recuperado de adicciones. Y el campo a definir en la consulta es el que nos permita una interacción respetuosa de valores y creencias del consultante pero que permita formular una propuesta basada en nuestra formación y experiencia que tenga sentido para quien consulta.

Sabemos que las adicciones tienen un emplazamiento conceptual impreciso, sobre todo en nuestro país donde la dependencia de salud, de acción social o de donde sea no termina de definir una estructura en todos los niveles (municipal, provincial y nacional) que resulte integradora de los diferentes abordajes. Ni el Estado ha tomado conciencia de su responsabilidad en cuanto a la creación de camas públicas subsidiadas en cada Provincia que evite la derivación fuera del área de residencia y permita la inclusión de la familia en el tratamiento. También deberá el Estado convocar a expertos válidos para definir políticas acordes al marco internacional en el que se han descartado para siempre las experiencias mal llamadas “recreativas” con drogas que no dan mas que ilusión. Tampoco vendría mal un mejor conocimiento de los estragos reales que el paco va desarrollando y que no encuentra respuesta eficaz, tal vez por improvisar soluciones. Y dar respuestas débiles. De una vez por todas: tratar al adicto requiere tratar a la familia de la cual es expresión y vehículo de curación. Y esto requiere una formación de profesionales, técnicos, voluntarios y operadores que los prepare para tal emprendimiento. Y que vayan en busca de los problemas donde se gesten y no los esperen en sus propios locales, bajo carteles, en forma casi pasiva.

La prevención obviamente debe anteceder al tratamiento y proponerse evitar que el mismo se vuelva necesario. También la familia es una unidad de trabajo preventivo. Y lo es por ser la matriz social fundante y codificadora de las experiencias del sujeto. De la misma manera debe brindarse esta capacitación en relación con las unidades educativas, los clubes deportivos, las iglesias, las que como continuadoras del proceso de socialización, de formación de capacidades, deben estar especialmente adiestradas y aprovechadas para contraponerse a las presiones de la oferta que constituye uno de los polos de la cuestión.

Para el caso de las familias de nuestras Villas y barrios periféricos el sector mas interesado en obtener esta capacitación, está representado por las madres. Entendemos que esta tarea, que avanza en estos últimos años a ritmo activo, las lleva a estar mejor preparadas para reconocer los peligros que corre la familia que se desentiende de los problemas de los niños y los jóvenes atribuyéndoles un carácter meramente pasajero. Hemos desarrollado un curso donde la experiencia de diversos equipos que trabajan en las Villas tiene un rol predominante. Entre los docentes, desde la disciplina de la adolescencia, contamos con Cándido Roldán que plantea las condiciones de vulnerabilidad de las familias. También la captación por medio del hip-hop, que desarrolla Inés Sanguinetti integrando multitud de jóvenes al desarrollo de centros culturales creativos. Con el Hermano salesiano Gustavo Cejas para la capacitación pre-ocupacional en el bario de la Boca. Con los padres villeros, coordinados por el Padre Pepe de la Villa 21, para sumergirnos en su compromiso y sensibilidad que apunta al necesario reconocimiento de la promoción de la autoestima de los niños como base de su adecuado desarrollo. Con la Defensoría General de la Nación para asesorar y brindar experiencia en los canales que pueden ser aprovechados para medidas como la protección de personas.

Entendemos que el conjunto de estos aportes sensibiliza, capacita y prepara para un ejercicio más efectivo de las funciones de la familia y para el asesoramiento a otras familias que pueden tener necesidad de ser orientadas.

Nuestro marco solidario se identifica con el documento de los padres villeros que han dicho simplemente: “En las villas la droga ya está despenalizada”. A nadie con sensatez se le ocurriría extender este modelo al resto de la sociedad. Sin embargo ocurre. Pero a la insensatez se une la ignorancia de algunos senadores y otros diputados que quieren cambiar lo actual en nombre de los derechos humanos de los adictos. También incluyen entre sus defendidos a las “mulas”.

El derecho mas valioso que nos enmarca es el derecho a una salud integral y no hay duda que la droga está del lado de la enfermedad social.

Resumen de nuestro marco conceptual

Nuestra postura es opuesta a la despenalización del consumo de drogas por los siguientes motivos:

1) Aun cuando los grupos oficiales de expertos parecen ignorarlo, el consumo de drogas fue dejado de lado como instancia a penalizar por los legisladores nacionales que en 1989 establecieron la Ley 23.737. Esta Ley lejos de actuar sobre el consumo actúa sobre la tenencia y aun en ese caso establece una escala de acciones previa a la sanción penalizadora como ser la derivación a una instancia preventiva y en caso de fallar ésta, a tratamiento.

2) Los países que han liberalizado los criterios de normatización del consumo aumentando la tolerancia social al fenómeno han debido rectificar sus acciones por el descontrol generado. Caso Suecia, Suiza y Holanda.

3) El cultivo, preparación, distribución, entrega y comercialización de drogas es reconocido como ilegal por la totalidad de los países reconocidos por la ONU, según las tres Convenciones Internacionales (1961,1971 y 1986). ¿Como podría ser legal su uso?


Fundación de Prevención Social

Políticaydesarrollo, 20-08-2009

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