martes, 30 de junio de 2009

Una sociedad que no protege a sus hijos de la droga es filicida



Doctor Atilio Álvarez

El doctor Atilio Álvarez disertó, el pasado 22 de junio, en la Corporación de Abogados Católicos sobre “Adolescencia y droga: una encrucijada de nuestra sociedad”, en la que describió los crecientes efectos dañinos de la adicción, en expansión numérica y en gravedad de los cuadros clínicos y psiquiátricos.

Con la experiencia de tres décadas de Defensor Público de Menores e Incapaces de la Capital Federal, señaló que a diferencia de otras épocas se advertía “la existencia de adictos de segunda y tercera generación; el ingreso cada vez más precoz en el mundo de las drogas; la expansión del fenómeno en todas las escalas sociales, aunque con marcada diferenciación en las modalidades y la elección de la sustancia adictiva; y la aparición de las drogas de diseño con fuertes intereses económicos en cuanto a su instalación en el mercado”.

También se refirió a “la amplia difusión de rezagos del proceso de fabricación de cocaína, lo que indica la localización de etapas de producción en nuestro país, y al bajo nivel de respuesta estatal frente a la problemática de los adictos”.

En contraposición con la descripción del problema, enumeró la convergencia de cuatro actitudes que operan fuertemente limitando una política preventiva y activa en la materia, y que sintetizó en los siguientes paradigmas:

1) El individualista de ideología liberal, al estilo de Guy Sorman, que considera que toda injerencia de la ley en materias de índole de conductas privadas es una flagrante negativa de libertades individuales supremas. Para ellos, a esta “libertad” debe subordinarse la vida, la integridad psicofísica, y aun la salud pública.

2) El progresista con resabios de los años `60, al estilo hippie, aunque ya integrado en el establishment que sigue pensando que el debate pasa por fumar un porro o tener una plantita de marihuana en el balcón. Desde una postura “izquierdista” no advierte la fuerte penetración de capitales vinculados al narcotráfico.

3) El pragmático, que sostiene que la legalización no es sino un sinceramiento de la realidad actual, y que llevará a un descenso del precio de la droga y a un alejamiento de la delincuencia organizada respecto de dicho mercado. Tal como sucedió con el comercio de alcohol derogada la “ley seca” en los Estados Unidos. No falta quien pueda ver en esta legalización la oportunidad para recaudar algún impuesto, como lo son el comercio de tabaco y de alcohol.

4) El traficante, tanto en la faz grosera del “repartidor” como en la sofisticada del “lavador de dinero”, inmerso y camuflado en toda la sociedad y en múltiples estamentos políticos, mediáticos y policiales.

El doctor Álvarez advirtió que la confluencia de estos cuatro personajes, tan distintos entre sí, pero tan concurrentes en su accionar está dejando inerme a la sociedad argentina, y afirmó que la cuestión vuelve a plantearse, como en aquellas semanas de agosto de 1986 cuando el fallo “Basterrica”, la media sanción del proyecto Gass en el Senado y el retiro del proyecto Cortese en Diputados, sobre dos ejes fundamentales.

Por un lado, la “vis directiva” o fuerza docente de la ley, dirigida fundamentalmente a los niños y jóvenes, que son los principales receptores de los mensajes y modelos que propone el mundo adulto. Por otro, la actitud de compromiso de la sociedad toda con adolescentes gravemente enfermos, a los que cada vez les resulta más difícil acceder a tratamientos.

“La falta de imposición de tratamientos especializados, sustitutivos de la condena penal y del mismo proceso, no libera al joven -por lo contrario lo deja esclavo de la droga y confirmado en ella- sino que libera a los servicios de salud estatales y privados de la atención que resulta necesaria”, advirtió. Es por eso, opinó, que por ideología unos y por mezquindad económica otros, los efectores en el tema aúnan sus esfuerzos para postrar a la sociedad latinoamericana ante la droga.

El doctor Álvarez concluyó diciendo que “una sociedad que impávidamente ofrece a sus hijos la elección entre alimento y veneno sin señalar cual es malo, y sumando factores para que opten por este último, es una sociedad filicida y por lo tanto una sociedad que se suicida, porque los niños son las ‘primicias de la Patria futura’”.


AICA, 30-6-09

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